La mayoría de los seres humanos, venimos de una cultura donde se nos enseña a mirar al otro de forma despectiva, a “solucionarle” la vida al vecino, a tender a arreglarle los problemas a los demás antes que los propios, a juzgar la situación por la que están pasando, diciendo y verbalizando como lo harían si estuviesen en sus zapatos, que hubiesen dicho o cómo lo hubiesen hecho mejor. Es mucho más fácil hacer esto; es muy sencillo opinar sobre todo y todos menos sobre ti mismo, pues eres lo último que normalmente observas, detallas, analizas y eres lo último a lo que prestas atención, pero sorpresa: debes estar primero.
Mirarte no es nada fácil, pues ni siquiera sabes por donde empezar, y te entiendo, tampoco yo lo sabía y era de esas personas de las cuales te describo: la más criticona, juzgadora, señaladora, egocentrista, déspota, irónica, hasta que toqué fondo y no quedó de otra más que hacerme responsable de mí y la única manera era mirar dentro de mío, dentro de mi ser, revisar que pasaba, que había, que habitaba, que pensaba, cuales eran mis emociones, que me generaba tanto miedo al cerrar los ojos y mirar en mi interior y aún lo hago, es una labor del día a día, de nunca terminar pero cada vez te vas volviendo un ser más consciente y hacer esto te permite realmente identificar quién realmente es la persona que dices ser.
“Mirar con ojos que no nos corresponden siempre ha sido normal ante una sociedad que paradójicamente desea evolucionar pero que en vez de mirar sus propias situaciones se desvanece horas intentando sacar conclusiones ajenas”. Me decía mi amigo con su voz entre cortada; y siguió: mirar al otro, juzgar su vida, analizar el por qué está como está, criticar sus decisiones hablar de como actuaría siendo esa persona, poner juicios como únicos, destruir, reprochar… que tan sencillo es cuando lo haces a espaldas pero quizá no te has percatado de lo siguiente: sorprendido y ansioso por saber que pasaba, me confesó: lo que crees que le haces al otro increíblemente no es para él sino para ti. Todo lo que “le haces” a otra persona se te devuelve, toda la energía que lanzas sobre otros seres en la tierra te la lanzas a ti, es para ti, si criticas, te criticas; si juzgas, te juzgas; si das amor, te estás dando amor; si odias te estás odiando; date cuenta de que cuando señalas lo haces con un dedo, pero los demás dedos están apuntando hacia a ti.
Esto te permite identificar que no has sacado el carácter suficiente para observarte al espejo y hablar sobre esa persona que ves ahí: tú mismo. Hacer este ejercicio es tan complejo como incómodo. Vernos cara a cara con una realidad de la cual hemos estado huyendo por años pero que siempre nos ha perseguido.
Aquel hombre me dijo: te invito a que hables contigo mismo, a que te cuestiones, a qué te preguntes ¿Por qué estas como estas? ¿Por qué tu vida es así? ¿Qué decisiones te han llevado a estar donde estas?… al final podrás observar que hay muchas cosas positivas sobre ti, pero que quizá la mayoría son aspectos que, aunque sabias que tenias no querías verlos a los ojos y hacer esto te permitirá identificar y comenzar a aceptar cada proceso y situación de tu vida dejando así que la maravilla de tus ojos se deleite con tu propio ser aun cuando haya cosas que no te gusten pues es ahí donde debemos crecer y evolucionar.
Recuerda: “Quien mira hacia fuera sueña, quien mira hacia dentro despierta”: Carl Jung.
Venimos de dentro y es desde allí que debemos actuar, por ende re-conocernos es una labor maravillosa, quizá la más valiosa que el ser humano pueda realizar, pues es una maestría del corazón saber con convicción y exactitud quién eres desde el alma, salido totalmente del ego, identificando tu esencia y virtudes, las bases que sostienen tu vida. Re-conociendote, la vida se vuelve cada vez más sencilla, simple y fluida pues sabes que ya tienes el control únicamente de lo que está en tus manos, el hacer desde el ser e identificando que no estamos separados de nosotros mismos, que somos uno con el todo, por ende, atraemos personas y circunstancias que vibran en la misma sintonía.
Cuando descubres quien eres, comienzas a fortalecer tu auto-confianza, creando en ti y creyendo en ti de forma tal que empiezas a vibrar en una frecuencia tan alta que atraes aquello que deseas, dejando de lado la densidad de pensamientos competitivos y te conviertes en un ser cooperativo desde lo más preciado de tu luz, enviando y entregando a los demás lo más puro y sagrado de tu esencia sin dejarte a un lado, sin dejar de ser tú, por el contrario, conociéndote aún más, sabiendo que eres capaz de lograr todo lo que te propongas y el observarte te da el regalo de identificar qué es lo que realmente deseas en y para tu vida. Descubres tu propósito y comienzas a vivir en él, haciendo que la vida se convierta en un constante flujo de milagros e impregnando a los que te rodean de esta misma energía y alejando a aquellos que simplemente no resuenan con tu luz. Dejas de juzgar y comienzas a ayudar, dejas de señalar y comienzas a cooperar, dejas de criticar y comienzas a acompañar, dejas de quejarte y comienzas a agradecer. La vida comienza a tener sentido cuando miras dentro tuyo y te das cuentas que como es adentro es afuera.